El caso Ángel Carromero pone de manifiesto una vez más, por si a alguien le cupiera alguna duda, que el régimen castrista no ha cambiado un ápice en su carácter totalitario desde que hace más de medio siglo Fidel Castro privara a sus compatriotas de la libertad y les sumiera en la miseria. En un editorial publicado por el diario Granma —que no es otra cosa que la voz de su amo y que en las calles de La Habana suelen vender ancianos desnutridos que se ven obligados a buscarse la vida — se señala que el vicesecretario general de Nuevas generaciones del PP de Madrid, Ángel Carromero, será acusado de doble homicidio involuntario por el accidente de tráfico que le costó la vida a los disidentes cubanos Oswaldo Payá y Harold Cepero, además de marcarle como activista en contra de la seguridad del Estado por sus contactos con los opositores al castrismo. Carromero se enfrenta a una posible condena de hasta quince años de cárcel.
Esta acusación, servida a través del editorial de Granma, titulado “La verdad y la razón”, añade sarcasmo a la desfachatez y manipulación de la dictadura caribeña. Todo lo ocurrido desde que, desgraciadamente, el coche conducido por Carromero sufrió el accidente es propio de un régimen liderado por un valleinclanesco Tirano Banderas, en el que lo esperpéntico, trufado de dramas cotidianos, se ha hecho fuerte. En primer lugar, resulta inadmisible que sea prácticamente imposible averiguar lo que realmente sucedió, pues no es descabellado pensar, dada la catadura del castrismo, que el coche fuera perseguido, cuando no embestido, por agentes castristas. En cualquier caso, la transparencia ha brillado por su ausencia de manera absoluta. Y más inadmisible aún es que se grabara, y difundiera, un vídeo a Carromero autoinculpándose, en lo que se asemeja a los vídeos que graban secuestradores a sus secuestrados para pedir un rescate. En unas circunstancias como éstas, con un Carromero detenido en dependencias policiales y prácticamente incomunicado, no puede descartarse, sino todo lo contrario, la intimidación hacia el político español, por lo que la veracidad de lo dicho en el vídeo es dudosa.
A todo ello, el régimen de Castro quiere añadir la celebración de un juicio en una forma, que, teniendo en cuenta todo lo sucedido, sólo sería una farsa, en la línea de la concepción estaliniana de la Justicia, con autos de fe, y “juicios” con sentencias dictadas de antemano por actividades “contrarrevolucionarias”. Con el código de circulación cubano, o cualquier otro, no es posible acusar a Carromero en los términos en los que se le incrimina. Todo apunta a que el castrismo ha convertido a Ángel Carromero en un rehén, en una moneda de cambio para obtener determinadas contrapartidas de España.
Ante lo sucedió, el Gobierno español debe mantener una absoluta firmeza y no permitir ningún tipo de chantaje más o menos velado. Y ser muy consciente que de, en realidad, estamos ante un caso de política internacional que traspasa lo español. Es un pulso a la Comunidad Europea —no olvidemos que a Carromero le acompaña el sueco Jens Aron Modig-, y en ella debe buscar apoyo, una burla a la libertad y a las premisas irrenunciables de todo Estado de Derecho.
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