S.O.S TO ALAN GROSS!!!
Alan Gross permanece detenido en una prisión militar de Cuba desde 2009 por presuntamente ayudar a disidentes
Por favor, señor presidente, no me deje. Esta es la petición básica del excontratista estadounidense Alan Gross hecha a Barack Obama en una carta en el cuarto aniversario del aprisionamiento de Gross en una prisión militar de Cuba.
En la carta, Gross —condenado por una corte cubana por “actos contra la independencia o la integridad territorial del estado”— indicó que pasa 23 horas al día en una pequeña celda con otros dos presos, en un pobre estado de salud y desconectado del exterior.
“Con el máximo respeto, señor presidente, temo que mi gobierno —el mismo gobierno que servía cuando inicié esta pesadilla— me ha abandonado”, indicó Gross, un exsubcontratista de la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos.
“Los funcionarios de su administración han expresado su simpatía y pedido mi liberación incondicional, y realmente aprecio mucho eso, pero no me ha llevado a casa”.
Las autoridades cubanas arrestaron a Gross en 2009 y lo retuvieron por más de un año antes de acusarlo de distribuir ilegalmente un equipo de prohibido de comunicaciones satelitales a disidentes cubanos. Después de un breve juicio fue condenado a 15 años de prisión.
Momentos después de que Judy Gross colgara el teléfono tras hablar con su esposo, justo la noche antes de su planeado regreso a casa desde Cuba en el 2009, funcionarios cubanos entraron en su habitación del hotel y lo arrestaron.
Un tribunal cubano sentenció a Alan Gross a 15 años de cárcel tras decidir que el trabajo que el hacía en Cuba para la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos constituía un intento de socavar al gobierno cubano.
El martes, en el cuarto aniversario del arresto de su esposo, Judy Gross se unió a familiares, amigos y simpatizantes en una vigilia frente a la Casa Blanca para urgir al presidente Barack Obama a que intervenga personalmente para consiguir que él regrese a casa.
“Necesitamos al presidente Obama. Quiero pedir al presidente, el líder de esta gran nación, que se implique personalmente y haga todo lo necesario para que Alan regrese a casa y que no lo deje morir en Cuba”, dijo emocionada la esposa de Gross.
Gross leyó una carta que le escribió su esposo, de 64 años, desde su celda de la cárcel, en la cual le dijo: “Yo soy sólo un hombre, pero soy un ciudadano del mayor país del mundo, un país al que estaba sirviendo con mi trabajo en Cuba y tengo que creer –y lo creo– que mi país no me abandonará”.
Le escribió sobre el tratamiento “estresantemente degradante”, el ambiente “opresivo” y las “condiciones de escualidez” de la cárcel por las que perdió más de 100 libras y empezó a sufrir de dolores crónicos y el deterioro de su salud mental. Lo peor de todo, escribió, es su corazón quebrado como resultado de la separación de su familia y la decepción sufrida con que su gobierno hasta ahora no lo haya traído de vuelta a casa.
Obama ha exigido la “liberación inmediata e incondicional” de Alan Gross, y el Senado se hizo eco unánime de su exigencia en una resolución de diciembre del 2012, pero el gobierno cubano no se ha inmutado.
Desviarse de la inveterada política estadounidense de no negociar con secuestradores, mucho menos pagar rescate o hacer concesiones, al negociar la liberación de Gross sentaría un precedente peligroso, según Capitol Hill Cubans (Cubanos del Capitolio), el blog de Mauricio Claver-Carone, director ejecutivo de Cuba Democracy Advocates (Abogados por la Democracia de Cuba).
“Alan es un peón –y ahora una víctima– de la relación disfuncional entre Estados Unidos y Cuba”, dijo Ron Halber, director ejecutivo de Jewish Community Relations Council of Greater Washington (Consejo de Relaciones Comunitarias Judías del Gran Washington).
El gobierno cubano ha tratado de conseguir la puesta en libertad de cinco cubanos que fueron arrestados en la Florida en 1998 y sentenciados a largas condenas de cárcel tras ser convictos de espionaje a instalaciones militares de EEUU y organizaciones del exilio cubano. Judy Gross dijo que ella no sabía si el interés de Cuba en esos presos estaba relacionado con su esposo.
El abogado de Gross, Scott Gilbert, dijo que funcionarios cubanos habían ofrecido reunirse con representantes estadounidenses para negociar la liberación de Gross sin condiciones preliminares, pero que la Casa Blanca no había dado respuesta.
“Estoy muy desconcertado en cuanto al por qué, en este caso, la implicación y las negociaciones necesarias no han tenido lugar”, dijo Gilbert. “Considero que el Presidente de Estados Unidos tiene que implicarse personalmente en esto. El podría muy bien designar a un enviado especial para que negocie con los cubanos”.
El secretario de prensa de la Casa Blanca Jay Carney dijo en conferencia de prensa que el encarcelamiento de Gross continúa haciendo imposibles unas relaciones más constructivas entre Estados Unidos y Cuba y reiteró el llamado de la administración al gobierno cubano a poner en libertad a Gross.
Carney dijo que el Presidente había pedido personalmente a líderes extranjeros que usaran su influencia ante Cuba para abogar por la liberación de Gross, y que el Departamento de Estado se había acercado asimismo a un vasto rango de sus homólogos extranjeros.
Judy Gross dijo que los llamados del gobierno de Estados Unidos al gobierno cubano a poner en libertad a su esposo inmediata e incondicionalmente han fallado durante cuatro años, y que reiterar esos llamados “significará una sentencia de muerte para Alan”.
Ella urgió a Obama “a hacer lo que sea necesario para traer de regreso a Alan”.
La hermana de Gross, Bonnie Rubinstein, vecina de Dallas, asistió a la vigilia del martes. Ella describió a su hermano como un hombre amistoso que llevaba unos 30 años trabajando en proyectos humanitarios en más de 50 países.
USAID había enviado a Gross para aumentar el acceso y la conectividad a la internet de la pequeña comunidad judía de Cuba. Aunque los ciudadanos cubanos tienen en la actualidad acceso limitado a la internet, en ese momento estaba prohibida a todo el mundo excepto a funcionarios e individuos autorizados por el gobierno.
“Siempre habíamos tenido preocupaciones dondequiera que íbamos, pero nos horrorizamos cuando él fue arrestado esa noche en La Habana”, dijo Rubinstein. “Teníamos la esperanza de que él regresaría a casa pocos días después. ¿Quién hubiera podido imaginar que estaríamos en la misma situación cuatro años más tarde?”
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