¡Bienaventurada siempre Virgen María, queridísima Madre nuestra del Cielo! Tú amas tanto a Dios y a nosotros, tus hijos, que ofrecistes a Tu Divino Hijo, Jesús, en la cruz como desagravio, a nuestro Padre Celestial, para alcanzar la salvación para nosotros, a fin de que el que crea en EL, no perezca, sino tenga vida eterna.
Con filial confianza, te rogamos Madre; que con la Llama de amor de Tu Inmaculado Corazón, atizada por el Espíritu Santo, enciendas en nuestros corazones lánguidos, el fuego del amor perfecto hacia Dios y los hombres, a fin, de que unidos contigo en un solo corazón, amemos sin cesar a Dios, y a nuestro prójimo.
Ayúdanos a transmitir esta Llama Santa a todos nuestros hermanos de buena voluntad, a fìn de que el fuego del amor vaya extinguiendo el fuego del odio en toda la redondez de la tierra, y Jesús, príncipe de la paz, sea Rey y Centro de todos los corazones, en el Sacramento de su Amor, y en el trono de nuestros altares.
Así sea.
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