Vieja historia
Por Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, junio 18 de 2009
Ángel María Bautista Castro Argiz, padre de Fidel y Raul Castro
-Escribir sobre mi abuelo materno, Juan Castro, me resulta muy doloroso, no sólo por ser una historia que conocí solamente a través de comentarios furtivos que escuché de niña, sino también por su muerte repentina, cuando más falta hacía a su humilde familia, compuesta de nueve hijos y una esposa enferma.
Pasé temporadas en el hogar que dejó al morir, junto a mis tíos y tías y mi abuela asmática, quienes hablaban de Juan, siempre de forma discreta y misteriosa. El abuelo había sido un soldado español que desertó de su batallón, quién sabe bajo qué circunstancias, para luchar junto a los cubanos hasta finalizada la Guerra de Independencia, razón esta por la cual le fue otorgada una pequeña finca en las afueras de Camajuaní, municipio villaclareño, donde mismo había peleado junto a los mambises.
Falleció de muerte repentina en 194O, cuando apenas yo tenía un año de nacida. Dicen que lo último que hizo fue sonreír y que murió del hígado por su carácter huraño. Luego escuché decir que Juan era gallego, hijo de padre canario, que Castro no era su primer apellido y que como documento oficial sólo contaba con su carné de veterano, que sirvió luego para que su familia recibiera una mísera mensualidad. Supe también que el padre de mi abuelo le había enviado una carta reprochándole su traición a España y a la familia y que por esa razón Juan se había despojado de su primer apellido.
Durante años escuché las historias que sobre el se contaban en la familia. Se mencionaba a un joven primo ¨ maldito ¨ que Juan había ayudado a principios del siglo XX, y quien durante un apasionado juego de naipes le había ganado la finca a mi abuelo, marchándose rápidamente a un lugar lejano de la isla con el importe de la venta de la finca.
Hace poco, leí el libro Ángel, la raíz gallega de Fidel, escrito por Katiuska Blanco y publicado el pasado año. Algo que se decía en la página 127 me hizo estremecer: ¨ En su segundo viaje -Ángel Castro- pensó establecerse en Camajuaní, un pueblo pintoresco de las Villas, que debía su existencia al tendido de la línea ferroviaria para conectar las zonas azucareras con los puertos de la costa norte, una región conocida y recorrida durante los días difíciles de la guerra. Además, allí mismo un pariente suyo poseía una finca. En realidad estuvo poco tiempo en ese lugar…¨
Me pregunté: ¿Fue este Ángel el pariente ¨ maldito ¨ a quien mi abuelo ayudó, el primo de quien nunca más se supo? ¿Fue Ángel quien después de vender la finca de mi abuelo se había trasladado a las provincias orientales y allí, al poco tiempo, se había hecho de varias fincas, hasta llegar a obtener once mil hectáreas?
Casi estoy segura de que todo fue así, aunque yo no tenga la posibilidad de ir a San Pedro de Láncara, en Galicia, para buscar las pruebas que lo confirmen, como hizo la señora Katiuska Blanco, que viajo a España, donde investigó a plenitud la vida de Ángel Castro.
No mencionar el extraño epílogo de esta historia sería una cobardía de mi parte. Medio siglo después de la muerte de mi abuelo, yo, su primera nieta, fui torturada psicológicamente durante seis meses en una tapiada celda de la Seguridad del Estado por orden de ese hijo de Ángel que, mediante una revolución, se adueñó no de una finca, sino de todo un país, al que llamamos con cierta tristeza, Cuba.
Ángel María Bautista Castro Argiz
(Láncara, Lugo, 5 de diciembre de 1875 - Birán, 21 de octubre de 1956) fue un emigrante español en Cuba, padre de Fidel y Raúl Castro.
Nació en el pueblo gallego de San Pedro de Láncara, en España, el 5 de diciembre de 1875, segundo hijo de Manuel Castro Núñez y Antonia Argiz Fernández, quienes procrearon un total de seis.
Antonia murió cuando Ángel Castro era todavía niño. Tras contraer segundas nupcias, su padre lo envió, junto a sus hermanos, al cercano pueblo de San Pedro de Armea, donde los niños quedaron al cuidado de un tío.
La infancia de “Don Ángel”, como se le llamaba en Cuba, no podía haber sido más miserable. Pasó los primeros años de su vida en una casa de una sola habitación, de diez metros de largo por unos seis de ancho. Una casita de lajas de piedra, que según Fidel era el “material usado por los campesinos gallegos para construir sus viviendas (…) En la única pieza estaba el dormitorio y la cocina. No tenían tierras, ni siquiera un metro cuadrado”. Pero esta vivienda, que actualmente una placa señala como lugar de nacimiento del padre de los Castro, puede que ni siquiera haya sido la residencia fija de la familia.
Al contrario de lo que mucha gente cree, el padre de Fidel no nació en la casa del barrio de San Pedro de Láncara que se tiene como tal (incluso se le colocó una lápida)
Fue una infancia accidentada. Despreciado por su padre y, sobre todo, por su madrastra, maltratado por sus tíos y enfrascado en la lucha por la supervivencia, en el centro de un paisaje hostil y miserable, el padre de Fidel y Raúl desarrolló una personalidad sombría, austera, inclinada a la aventura y a la conquista. A los quince años se fue a Madrid, donde vivía un pariente suyo, y allí desempeñó los oficios más disímiles, todos humildes y pasajeros.
Por una cantidad indefinida de dinero, que le ofreciera un joven acomodado para que lo reemplazara como soldado –una práctica habitual en la época-, Ángel Castro se ofreció como carne de cañón en la guerra que desde hacía años libraba España contra los independentistas cubanos, y viajó a la mayor de las Antillas.
Ángel Castro regresó a Cuba por el puerto de La Habana. Desde la capital cubana, pocos días después, se dirigió a Camajuaní, un pueblo del centro de la Isla donde uno de sus tíos, Juan Castro, llevaba un negocio de fabricación de ladrillos.
A principios del siglo XX, procedente del centro de la Isla, Ángel Castro arribó a las inmediaciones de la bahía de Nipe, al norte de la provincia más oriental de Cuba, con una pequeña fortuna entre manos. Le habría bastado con ella para asentarse, adquirir un techo decente y, tal vez, cursar estudios que lo prepararan para empeños mayores.
decidió invertir sus dineros, lo ganado con la venta de la finca de su tío Juan, en adquirir algunas bestias de carga y otros útiles indispensables para hacer crecer su patrimonio, además de organizar grupos de trabajadores a los que puso al servicio de la United Fruit Company (UFC), fungiendo él como capataz.
En 1907, celebró la inauguración del ingenio Preston con la apertura de su primer negocio oficial, una bodega estilo fonda en la que los lugareños podían adquirir víveres o consumirlos directamente. La llamó El Progreso, y aprovechó la sombra que le ofrecía el central norteamericano para hacer mucho dinero.
Poco a poco, casi imperceptiblemente, Castro Argiz comenzó a adquirir terrenos. En contratos con los ingenios Boston y Preston, para los que instaló las líneas de ferrocarril sobre las que se transportaba la caña de azúcar a las refinerías de otros puntos del país, hizo considerable fortuna. Así, hacia los primeros años de la segunda década del siglo el gallego Ángel estaba preparado para fundar lo que sería la hacienda Manacas. Su particular latifundio, en el que reinaría hasta su muerte, en 1956.
Pero antes, a instancias del propio Pino Santos, decidió, por fin, aprender a leer y escribir. Pero antes, para aprender a hacerlo, debió conocer a quien sería su primera esposa, María Luisa Argota. “María la Rica”.
finca Manaca
Hacia 1910 se casó con una maestra de Birán, María Luisa Argote, con la que tuvo dos hijos: Pedro Emilio y Lidia, manteniendo la felicidad del hogar hasta que un buen día, apareció una carreta con emigrantes españoles, hombres y mujeres en una de las que Ángel puso sus ojos y decidió contratarlos a todos en la finca. Mantuvo relaciones íntimas con la mujer, llamada Lina Ruz González (1900 -1963), a la que convirtió en su cocinera.
Ángel María Bautista Castro Argiz y Lina Ruz González
Lina tenía tan sólo 18 años, mientras que Ángel tenía 43, llegando a contraer matrimonio con ella hacia 1938, tras la muerte de su anterior mujer. Con Lina, Ángel tuvo siete hijos, incluyendo a Fidel y Raúl Castro.
Castro Argiz murió en Birán 42 días antes del desembarco de sus hijos Fidel y Raúl junto a otros 80 expedicionarios en la PLAYA LAS Coloradas el 2 de diciembre de 1956. Su fallecimiento fue provocado por una hemorragia intestinal, a la edad de 80 años.
Lina Ruz y su madre Doña Dominga. Doña Dominga, que era mulata, estaba casada con un campesino natural de Las Catalinas, Pinar del Río
Raúl y su supuesto padre Felipe Mirabal
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