DIOS Y PATRIA AL TENIENTE CORONEL FERNÁNDEZ CUTIELLOS!!!!
Tras más de 40 días de ausencia, la Mandataria argentina hizo el anuncio de un programa social para que jóvenes de entre 18 y 25 años puedan estudiar.
Además, Fernández en cadena nacional criticó a los medios de comunicación argentinos. "Hablan de 'reaparece' porque están muy involucrados con los métodos de desaparición".
Sin hacer mención a los problemas de inflación ni a los recientes cortes de luz que han afectado a Argentina, esta tarde Cristina Fernández rompió los 42 días de ausencia en actos públicos.
Entre vítores y cánticos de un grupo de seguidores de la Mandataria, Fernández utilizó su aparición para anunciar el programa Progresar, destinado a entregar recursos para que jóvenes de entre 18 a 25 años, y que no estudien ni trabajen, puedan hacerlo. Los beneficiados del mencionado plan recibirán unos 80 dólares mensuales de subsidio a cambio de estudiar en escuelas públicas.
"Pienso que muchos de los problemas que atraviesan nuestros jóvenes es la pérdida de las esperanzas", señaló la Mandataria al explicar las motivaciones del anuncio.
Los beneficiados del mencionado plan recibirán unos 80 dólares mensuales de subsidio a cambio de estudiar en escuelas públicas. "Estos chicos son los hijos del neoliberalismo", manifestó la Presidenta.
Además, aprovechó para criticar a los medios preocupados que usaron la palabra "reaparición": "Hablan de ´reaparece´ porque están muy involucrados con los métodos de desaparición", señaló.
"¿Qué caricatura me harán mañana? Alguna caricatura esto merece. La peor caricatura la merecen ellos, que le han hecho tanto daño a la Argentina", sentenció.
Cristina lanza estampilla para atacar un héroe militar mártir en la toma al cuartel de La Tablada...
El gobierno de Cristina Fernández, viuda de Néstor Kirchner, decidió esta semana publicar una serie de sellos postales con sus supuestos logros políticos de lo que ella supone una "década ganada".Sobresale de entre todos, éste sello que destila destila odio.
Por Horacio Palma
Se cumplen 25 años del ataque terrorista al Cuartel de La Tablada. Ocurrió una mañana de enero, en pleno gobierno constitucional.
Un gran número de terroristas argentinos, más otros venidos de varios países de América Latina, decidieron aquella mañana agobiante de Enero, desatar una masacre en aras de trasnochados sueños de revoluciones vacías.
Felipe Celesia y Pablo Waisberg, relatan así el combate Horacio Fernández Cutiellos, segundo jefe de La Tablada, contra los terroristas que un 23 enero de 1989, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, decidieron entrar a sangre, fuego y muerte a masacrar argentinos.
"...El mayor Horacio Fernández Cutiellos es la máxima autoridad entre los ciento veinte militares que hay en el regimiento cuando escucha tiros en el Puesto Uno. Está frente al espejo, en bombacha de combate y alpargatas, afeitándose. Su habitación está en el primer piso de la Mayoría y desde allí detecta el despliegue de civiles armados. A sus 37 años, Fernández Cutiellos, muy católico y nacionalista, padre de cuatro hijos, tiene una carrera promisoria en el Ejército. Cuarta generación de militares, orden de mérito 17 de lapromoción 103 del Colegio Militar, durante la guerra de Malvinas fue movilizado y puesto al mando de paracaidistas de elite, pero no entró en combate. Casi como un mandatobiológico, el mayor toma su fusil y desde lo alto empieza a tirar sobre el grupo que toma la Guardia y que empieza a distribuirse entre los árboles y la garita. Desde la Mayoría, Fernández Cutiellos ve sus objetivos a unos 50 metros, tal vez sean 70. Está motivado y es buen tirador. Apunta, hiere dos veces al Gordo Sánchez y los asaltantes le responden el fuego. Unos minutos después mata de un tiro en la cabeza al Gallego Caldú, que intentaba cubrirse entre los autos estacionados en la calle Belgrano, la principal delinterior del cuartel, que nace en el Puesto Uno. A muy pocos metros de Caldú, Queco Mamani recibe un tiro en la cintura dentro de la caja de la camioneta Toyota y le pide a gritos a Mendoza que lo ayude. Pero Chepe Mendoza tiene poco margen para rescatar a su amigo. Buscando sofocar la posición de Fernández Cutiellos, se mueve hacia el edificio de la Compañía de Comandos y Servicios y ahí cae muerto, con un tiro en el estómago. Igual suerte corre el azucarero Arroyo. Maradona Díaz queda herido en la cabeza; Veiga tiene un balazo en el hombro y Baños está herido en el pecho. Los sobrevivientes se reagrupan en la garita de la Guardia. El último en llegar es Baños, con el rostro desencajado como si lo persiguiera la certeza de que va a morir. Kim Álvarez y Quito Burgos se quedan en la entrada de la Guardia y desde allí dan ánimo, como para contrarrestar la evidencia de que perdieron la iniciativa. Para recuperarla, Sánchez agarra el arma antitanque RPG 2 y lanza una granada y luego otra contra la Mayoría. Ambas hacen blanco en el edificio, pero no alteran el orden del conflicto. Los tiros de Fernández Cutiellos siguen haciendo daño a los guerrilleros.
—¡Soldado! —le grita Fernández Cutiellos al conscripto Sergio Amodeo, que cumple su turno de guardia en la Mayoría. Le da una escopeta Ithaca y le ordena que baje con él. En la planta baja del edificio, Fernández Cutiellos golpea la reja que separa la Mayoría de las oficinas del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 1. El llamado lo escucha el conscripto Gustavo Adrián Antonópolos, de turno en las oficinas. Con él están sus compañeros de colimba, Mario Cristal y José Luis Olivares.
—¿Tienen armas, soldados?
—No —contesta Antonópolos.
—Bueno, se me van para las ventanas que dan a la Guardia y me dicen las posiciones del fuego enemigo.
—No, mi mayor... no tenemos armas.
—¡Pero vayan! ¡Soldados cagones! (...)
La batalla continúa y Fernández Cutiellos no se detiene. Se coloca con su FAL en el marco izquierdo de acceso al edificio y se pone a tirar contra la Guardia. Amodeo queda debajo de la escalera, rellenando los cargadores que le tira el mayor.
—Andá arriba y llamá a la policía y a la Brigada de La Plata.
Amodeo no logra comunicarse, pero Fernández Cutiellos llega, marca y logra dar con la Brigada de Infantería Mecanizada X para pedir apoyo. Poco después lo llama el jefe del regimiento, el teniente coronel Jorge Zamudio, que estaba de vacaciones en su casa, y le pide que defienda el cuartel.
—Quédese tranquilo, que voy a morir en mi puesto.
Desde la casilla y los árboles de la Guardia, Ruiz intenta batir a Fernández Cutiellos. El resto también tira. Entre ellos circula Falco con las cargas del lanzacohetes chino RPG 2, las municiones para los FAL y algún cartucho de escopeta. Falco tiene una pistola ametralladora Uzi, que dispara dos veces y se traba. En el puesto de comunicación, ubicado en el edificio de la Guardia pero separado de ella por un ambiente sin uso, el cabo Ortiz tiene sobre una mesa una teletipo, un teléfono y una radio Motorola. Primero intenta transmitir el alerta al Estado Mayor del Ejército con la teletipo:
El Gordo se decide a terminar con el tirador que tanto daño les está haciendo desde la Mayoría. Iván Ruiz y Kim Álvarez intentan neutralizarlo desde las ventanas del museo de la Guardia, pero Fernández Cutiellos economiza sus disparos y cambia de posición. Tras un breve descanso en uno de los sillones de la Guardia, Sánchez toma el fusil y sale con la idea de rodear la entrada de la Mayoría y sorprender al jefe del regimiento. En la Mayoría, Fernández Cutiellos se queda sin blancos, sale al pórtico y se parapeta en una de las cuatro columnas del edificio. Por su derecha se acerca Sánchez muy lentamente, sin tirar, arrastrándose. Cuando lo tiene en la mira, a unos veinte metros, el Gordo gatilla el FAL y le pega al mayor en el omóplato derecho.
Horacio Fernández Cutiellos
Se cumplen 25 años del ataque terrorista al Cuartel de La Tablada. Ocurrió una mañana de enero, en pleno gobierno constitucional.
Un gran número de terroristas argentinos, más otros venidos de varios países de América Latina, decidieron aquella mañana agobiante de Enero, desatar una masacre en aras de trasnochados sueños de revoluciones vacías.
Felipe Celesia y Pablo Waisberg, relatan así el combate Horacio Fernández Cutiellos, segundo jefe de La Tablada, contra los terroristas que un 23 enero de 1989, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, decidieron entrar a sangre, fuego y muerte a masacrar argentinos.
"...El mayor Horacio Fernández Cutiellos es la máxima autoridad entre los ciento veinte militares que hay en el regimiento cuando escucha tiros en el Puesto Uno. Está frente al espejo, en bombacha de combate y alpargatas, afeitándose. Su habitación está en el primer piso de la Mayoría y desde allí detecta el despliegue de civiles armados. A sus 37 años, Fernández Cutiellos, muy católico y nacionalista, padre de cuatro hijos, tiene una carrera promisoria en el Ejército. Cuarta generación de militares, orden de mérito 17 de lapromoción 103 del Colegio Militar, durante la guerra de Malvinas fue movilizado y puesto al mando de paracaidistas de elite, pero no entró en combate. Casi como un mandatobiológico, el mayor toma su fusil y desde lo alto empieza a tirar sobre el grupo que toma la Guardia y que empieza a distribuirse entre los árboles y la garita. Desde la Mayoría, Fernández Cutiellos ve sus objetivos a unos 50 metros, tal vez sean 70. Está motivado y es buen tirador. Apunta, hiere dos veces al Gordo Sánchez y los asaltantes le responden el fuego. Unos minutos después mata de un tiro en la cabeza al Gallego Caldú, que intentaba cubrirse entre los autos estacionados en la calle Belgrano, la principal delinterior del cuartel, que nace en el Puesto Uno. A muy pocos metros de Caldú, Queco Mamani recibe un tiro en la cintura dentro de la caja de la camioneta Toyota y le pide a gritos a Mendoza que lo ayude. Pero Chepe Mendoza tiene poco margen para rescatar a su amigo. Buscando sofocar la posición de Fernández Cutiellos, se mueve hacia el edificio de la Compañía de Comandos y Servicios y ahí cae muerto, con un tiro en el estómago. Igual suerte corre el azucarero Arroyo. Maradona Díaz queda herido en la cabeza; Veiga tiene un balazo en el hombro y Baños está herido en el pecho. Los sobrevivientes se reagrupan en la garita de la Guardia. El último en llegar es Baños, con el rostro desencajado como si lo persiguiera la certeza de que va a morir. Kim Álvarez y Quito Burgos se quedan en la entrada de la Guardia y desde allí dan ánimo, como para contrarrestar la evidencia de que perdieron la iniciativa. Para recuperarla, Sánchez agarra el arma antitanque RPG 2 y lanza una granada y luego otra contra la Mayoría. Ambas hacen blanco en el edificio, pero no alteran el orden del conflicto. Los tiros de Fernández Cutiellos siguen haciendo daño a los guerrilleros.
—¡Soldado! —le grita Fernández Cutiellos al conscripto Sergio Amodeo, que cumple su turno de guardia en la Mayoría. Le da una escopeta Ithaca y le ordena que baje con él. En la planta baja del edificio, Fernández Cutiellos golpea la reja que separa la Mayoría de las oficinas del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 1. El llamado lo escucha el conscripto Gustavo Adrián Antonópolos, de turno en las oficinas. Con él están sus compañeros de colimba, Mario Cristal y José Luis Olivares.
—¿Tienen armas, soldados?
—No —contesta Antonópolos.
—Bueno, se me van para las ventanas que dan a la Guardia y me dicen las posiciones del fuego enemigo.
—No, mi mayor... no tenemos armas.
—¡Pero vayan! ¡Soldados cagones! (...)
La batalla continúa y Fernández Cutiellos no se detiene. Se coloca con su FAL en el marco izquierdo de acceso al edificio y se pone a tirar contra la Guardia. Amodeo queda debajo de la escalera, rellenando los cargadores que le tira el mayor.
—Andá arriba y llamá a la policía y a la Brigada de La Plata.
Amodeo no logra comunicarse, pero Fernández Cutiellos llega, marca y logra dar con la Brigada de Infantería Mecanizada X para pedir apoyo. Poco después lo llama el jefe del regimiento, el teniente coronel Jorge Zamudio, que estaba de vacaciones en su casa, y le pide que defienda el cuartel.
—Quédese tranquilo, que voy a morir en mi puesto.
Desde la casilla y los árboles de la Guardia, Ruiz intenta batir a Fernández Cutiellos. El resto también tira. Entre ellos circula Falco con las cargas del lanzacohetes chino RPG 2, las municiones para los FAL y algún cartucho de escopeta. Falco tiene una pistola ametralladora Uzi, que dispara dos veces y se traba. En el puesto de comunicación, ubicado en el edificio de la Guardia pero separado de ella por un ambiente sin uso, el cabo Ortiz tiene sobre una mesa una teletipo, un teléfono y una radio Motorola. Primero intenta transmitir el alerta al Estado Mayor del Ejército con la teletipo:
“Atento TTA, Atento TTA, Aquí TTQ3, están atacando la Guardia de Prevención”, tipea el cabo; pero no obtiene respuesta y duda de que el mensaje haya sido recibido. Llama por teléfono: “Están atacando el regimiento. ¡Están haciendo mierda todo!”, grita nervioso Ortiz y pide ayuda. El suboficial que recibe el llamado, dice, escueto: “Está bien. Te recibí”. Agotando las vías de alerta, Ortiz acciona la Motorola: “Atento la red Charly, atento la red Charly. Soy el cabo primero Ortiz. Están atacando la Guardia…”. Silencio del otro lado, pero poco después modulan: “Aquí Charly, ¿hay un llamado de auxilio de ese lugar?”. “Sí, contesta Ortiz, del Regimiento de Infantería 3, están atacando, por favor, apúrense, que están rompiendo todo” En el edificio de la Guardia, entre confundido y sorprendido, Sánchez despliega a sus hombres por los ambientes. Ya tiene un tiro en la cabeza, otro en el hombro y un tercero en el torso. A poco de entrar, su pelotón está diezmado y todo hace suponer que el resto de los grupos sufre una situación similar. En los calabozos están tres infractores al Servicio Militar: Daniel Salas, que ese día cumple 27 años, Renee Rojas y Oscar Miranda, ambos de 22.
—¿Y ustedes, qué hacen acá? —les pregunta Ruiz.
—Nada, somos desertores —contesta Salas.
—Bueno, tranquilos, que la cosa no es con ustedes. No les va a pasar nada.
Desde la Guardia, el Gordo Sánchez modula por radio: “Atento Córdoba, atento Córdoba, objetivos uno y dos tomados. Manden refuerzos, pero cuidado que están tirando de afuera”. El único cordobés de los que entraron al cuartel es Juan Manuel Murúa, que tiene como objetivo tomar los tanques. La siguiente comunicación de Sánchez es con su mujer, Claudia “la Negra” Acosta. La militante, de 32 años, encabeza el grupo que debe tomar el Comedor de Tropa, a unos 300 metros de allí, al otro lado de la Plaza de Armas. Le cuenta que mataron al Chepe Mendoza. Acosta también habla con otra de las mujeres que integran la fuerza atacante, Claudia Lareu, de 35 años, una de las fundadoras del MTP. Su grupo tiene como objetivo tomar la Compañía A, sobre uno de los laterales de la Plaza de Armas. Son más de las 8 y la Policía Bonaerense ya tiene cerca de cien efectivos de la Unidad Regional La Matanza desplegados por la avenida Crovara. En el cerco también hay algunos hombres del Departamento de Protección del Orden Constitucional de la Policía Federal. Las armas cortas de sus efectivos no influyen en el enfrentamiento, pero complican una eventual salida del cuartel, salvo que se haga arriba de los tanques. Además, comienzan a sumarse a la batalla militares que vuelven de los francos de fin de semana. Incluso llega un colectivo de transporte de cuadros con treinta y dos hombres que van a buscar armamento a la Escuela de Gendarmería de Ciudad Evita, sin éxito, y luego al Grupo de Artillería I de Ciudadela, donde sí logran pertrecharse. La reacción al ataque desborda lo institucional: se suman efectivos sin encuadramiento y hasta “carapintadas” autoconvocados. Todos ellos descargan sus armas contra los guerrilleros acantonados en la Guardia. Entretanto, el grupo que debe tomar los tanques no llega a su objetivo. Con el fuego creciendo sobre su posición, Sánchez le dice por radio a su mujer:
—Negra, estoy muy malherido. Hay que salir. Tienen que salir.
—No podemos romper el cerco con los compañeros heridos y no los podemos dejar de ninguna manera.
—Bueno, Negra… que sea Patria o Muerte (...)
—¿Y ustedes, qué hacen acá? —les pregunta Ruiz.
—Nada, somos desertores —contesta Salas.
—Bueno, tranquilos, que la cosa no es con ustedes. No les va a pasar nada.
Desde la Guardia, el Gordo Sánchez modula por radio: “Atento Córdoba, atento Córdoba, objetivos uno y dos tomados. Manden refuerzos, pero cuidado que están tirando de afuera”. El único cordobés de los que entraron al cuartel es Juan Manuel Murúa, que tiene como objetivo tomar los tanques. La siguiente comunicación de Sánchez es con su mujer, Claudia “la Negra” Acosta. La militante, de 32 años, encabeza el grupo que debe tomar el Comedor de Tropa, a unos 300 metros de allí, al otro lado de la Plaza de Armas. Le cuenta que mataron al Chepe Mendoza. Acosta también habla con otra de las mujeres que integran la fuerza atacante, Claudia Lareu, de 35 años, una de las fundadoras del MTP. Su grupo tiene como objetivo tomar la Compañía A, sobre uno de los laterales de la Plaza de Armas. Son más de las 8 y la Policía Bonaerense ya tiene cerca de cien efectivos de la Unidad Regional La Matanza desplegados por la avenida Crovara. En el cerco también hay algunos hombres del Departamento de Protección del Orden Constitucional de la Policía Federal. Las armas cortas de sus efectivos no influyen en el enfrentamiento, pero complican una eventual salida del cuartel, salvo que se haga arriba de los tanques. Además, comienzan a sumarse a la batalla militares que vuelven de los francos de fin de semana. Incluso llega un colectivo de transporte de cuadros con treinta y dos hombres que van a buscar armamento a la Escuela de Gendarmería de Ciudad Evita, sin éxito, y luego al Grupo de Artillería I de Ciudadela, donde sí logran pertrecharse. La reacción al ataque desborda lo institucional: se suman efectivos sin encuadramiento y hasta “carapintadas” autoconvocados. Todos ellos descargan sus armas contra los guerrilleros acantonados en la Guardia. Entretanto, el grupo que debe tomar los tanques no llega a su objetivo. Con el fuego creciendo sobre su posición, Sánchez le dice por radio a su mujer:
—Negra, estoy muy malherido. Hay que salir. Tienen que salir.
—No podemos romper el cerco con los compañeros heridos y no los podemos dejar de ninguna manera.
—Bueno, Negra… que sea Patria o Muerte (...)
El Gordo se decide a terminar con el tirador que tanto daño les está haciendo desde la Mayoría. Iván Ruiz y Kim Álvarez intentan neutralizarlo desde las ventanas del museo de la Guardia, pero Fernández Cutiellos economiza sus disparos y cambia de posición. Tras un breve descanso en uno de los sillones de la Guardia, Sánchez toma el fusil y sale con la idea de rodear la entrada de la Mayoría y sorprender al jefe del regimiento. En la Mayoría, Fernández Cutiellos se queda sin blancos, sale al pórtico y se parapeta en una de las cuatro columnas del edificio. Por su derecha se acerca Sánchez muy lentamente, sin tirar, arrastrándose. Cuando lo tiene en la mira, a unos veinte metros, el Gordo gatilla el FAL y le pega al mayor en el omóplato derecho.
—¡Tomá, la puta que te parió! —festeja el jefe guerrillero."
Horacio Fernández Cutiellos
nació el 27 de setiembre de 1951, en la provincia de Corrientes.
Ingresó al Colegio Militar de la Nación el 1º de marzo de 1968, y egresó como subteniente de infantería el 17 de diciembre de 1976.
Cursó la Escuela Superior de Guerra de donde egresó como Oficial de Estado Mayor. Además tenía la especialidad de paracaidista militar.
Su último destino fue como 2do. jefe del RI Mec. 3, lugar donde murió en combate el 23 de enero de 1989.
Fue ascendido post mortem al grado de teniente coronel.
Era su primer día en el Regimiento... su destacado valor en combate defendiendo las instituciones de la Patria bajo órdenes de un gobierno democrático, merecerían un sello postal con su figura... pero en ésta Argentina, solo están premiados sus verdugos.
Ingresó al Colegio Militar de la Nación el 1º de marzo de 1968, y egresó como subteniente de infantería el 17 de diciembre de 1976.
Cursó la Escuela Superior de Guerra de donde egresó como Oficial de Estado Mayor. Además tenía la especialidad de paracaidista militar.
Su último destino fue como 2do. jefe del RI Mec. 3, lugar donde murió en combate el 23 de enero de 1989.
Fue ascendido post mortem al grado de teniente coronel.
Era su primer día en el Regimiento... su destacado valor en combate defendiendo las instituciones de la Patria bajo órdenes de un gobierno democrático, merecerían un sello postal con su figura... pero en ésta Argentina, solo están premiados sus verdugos.
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