Los que asesinaron a Pedro Luís Boitel jamás sospecharon que en Cuba, el eco de su voz y su coraje renacerían alguna vez. Lo dejaron morir de hambre y sed, y después lo enterraron a escondidas en una tumba sin nombre en el Cementerio de Colón en La Habana. Ni siquiera su anciana madre, burlada y humillada por los asesinos de su hijo, pudo ver su cadáver. Allí quedó aquel hombre, sepultado por sus enemigos, como el más temible secreto de la dictadura de los hermanos Castro. Pensaron que iban a apagar la rebeldía que caracterizó su vida, que poco a poco iba a ser olvidado aquel que jamás bajó la cerviz, aquel que jamás se calló ante la injusticia, el que defendió hasta las últimas consecuencias el derecho del pueblo cubano a ser libre.
Boitel, con su vida y su muerte, legó a nuestra generación un ejemplo intachable de fe y resistencia, de amor y de entrega, de apego indoblegable a lo mejor de los valores de nuestra república traicionada.
Pero, ¿cómo íbamos a sospechar nosotros que mientras jugábamos nuestros juegos infantiles, mientras reíamos en los parques de nuestro país, en la prisión morían hombres como Pedro Luís? El régimen intentó ocultarnos la historia y convertirnos en autómatas, en fanáticos de una ideología “salvadora”, que ha terminado por esclavizarnos como nunca antes. Intentó, en fin, confiscarnos el futuro.
Como la luz que rompe un maleficio, así fue, cómo llegó hasta nosotros Pedro Luís. A ciegas, a tientas, en medio de la feroz oscuridad de la dictadura, los cubanos de hoy se han ido reencontrado con la república invisible de la que fue parte Boitel. De boca en boca, casi en secreto, su historia ha ido permeando a los nuevos cubanos, para alentarlos, para afirmarles su rebeldía, su deseo irrevocable de ser libres. Así fue como un día al joven Antúnez alguien le contó la historia de Pedro Luís Boitel, se la contó con orgullo y dolor. Años más tarde, en 1995, cuando ya Antúnez se encontraba en prisión, fundaría el Presidio Político Pedro Luís Boitel, no sólo para honrar su memoria sino para seguir su ejemplo. En noviembre de 1999, un grupo de familiares de prisioneros políticos liderados por Bertha Antúnez y Maritza Lugo, lograrían llegar hasta la tumba sin nombre de Pedro Luís. Allí enfrentaron la turba encrespada de odio organizada por los mismos que asesinaron a Boitel, y que 27 años antes en ese lugar, enfrentara su madre, Clara Abraham.
La profunda relación de la lucha llevada a cabo por lo mejor de la juventud cubana a principios de los años sesenta, con la lucha que hoy se libra en la isla contra el totalitarismo, es la clave para la resurrección de Cuba como nación libre. La lucha de Boitel contra la dictadura de Batista por su inconstitucionalidad y su violencia; su exilio en la Venezuela recién liberada de Rómulo Betancourt, nos recuerdan nuestra lucha de hoy. Desterrado, no dejó de hablar sobre el esfuerzo de liberación del pueblo cubano. Organizó a jóvenes, recorrió universidades, preparó conferencias de prensa, transmitió por onda corta hacia la Isla. De vuelta a la patria, su esfuerzo por la reforma universitaria y su liderazgo en la última contienda libre por la presidencia de la FEU, se hacen hoy historia viva para los jóvenes universitarios cubanos que luchan por la autonomía. Finalmente su postura estoica en el presidio político, su inclaudicable defensa a favor de los derechos de los prisioneros, su denuncia dura y constante en cartas y manuscritos que burlaban el férreo control totalitario es la misma de los actuales prisioneros de conciencia cubanos, y la de sus familiares y los activistas de derechos humanos en toda la isla.
Sin pensarlo tal vez, como única alternativa ante el ostracismo y el horror que tuvieron que soportar él y sus compañeros de presidio, Boitel lanzó su grito de rebeldía hacia el futuro convirtiéndose en el hilo conductor, el puente entre las dos etapas fundamentales de la lucha contra el totalitarismo castrista. Su muerte, dura prueba de amor y sacrificio, selló su compromiso con la dignidad humana. Ahora, después de treinta y seis años, cuando el régimen de Raúl Castro pretende continuar vulnerando la dignidad de nuestro pueblo, Pedro Luís Boitel vuelve para recordarnos que ser dignos es la única forma que tenemos de ser libres. Y que la verdadera esperanza de nuestro pueblo radica en aquellos que a pesar de las presiones, las agresiones, las torturas, las amenazas o la muerte, se mantienen de pie, enfrentando el oprobio con el único escudo posible, su dignidad.
Janisset Rivero
Es verdaderamente angustiante el haberme enterado de la tan triste noticia del fallecimiento de Clara Abraham de Boitel,pero a la vez me siento calmado al saber que la titanica Clara de Cuba,como prefiero referirme a ella, de ahora en lo adelante,luego de haber sufrido y padecido como pocas otras cubanas lo han echo,a lo largo de este mas de medio siglo,hoy se halla podido reencontrar con su tan amado hijo,ese Titan del Presidio Politico Cubano llamado,Pedro Luis Boitel.No mas lagrimas,no mas tormentos,no mas torturas psicologicas ni de ningun otro tipo,solo la paz,el amor y la bendicion de Dios Todopoderoso,a la diestra de quien a partir de hoy se encontrara sentada al igual que su su hijo.!Que ambos descancen en la paz de Señor.!Viva Cuba Libre!.
Nadie puede comprender el sufrimiento de una madre u otro familiar cercano de un preso politico cubano,como el familiar de otro que sufrio tal vez un poco menos que ella,pero que compartio esas mis mas vicisitudes,emociones y calvarios.Por eso es que me duele tanto el dolor tan y tan grande que le ocasionaron a Clara,como cain castro y sus hienas le dejaron morir a su hijito del alma en una huelga de hambre que nunca debio de haber sido en la Patria de Jose Marti.No puede haber predon de mi parte para sus verdugos,solo mi mas absoluto desprecio y mi mas energica condena.!Abajo Fidel! !Abajo Raul! !Abajo su Asesina y Diabolica Roboilusion!.!PROHIBIDO OLVIDAR!.
AFREDO RUIZ
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