domingo, 24 de febrero de 2013

CRISTINA KIRCHNER, VERSION FEMENINA DE HUGO CHAVEZ





Sí y no. Los parecidos son más que razonables pero no son lo mismo. Él es un militar de formas y de espíritu. Su último gesto político, antes de irse a operar a La Habana, fue colocar a algunos de sus compañeros de armas en puestos clave de la Administración central y de las provinciales. Las Fuerzas Armadas para él son una pieza determinante en el permanente proceso de construcción y mantenimiento del movimiento bolivariano.

La Presidenta de Argentina, por el contrario, no tiene en alto aprecio al Ejército. Su desconfianza y reproche tienen origen en los años de plomo de la última dictadura militar (1976-83), aunque los efectivos que siguen en actividad de aquella época representan un porcentaje simbólico frente a las nuevas generaciones.

La institución militar argentina dispone de un presupuesto esquelético pero, en rigor, el primero en desarmarlas económicamente fue el ex presidente Carlos Menem en los años '90. Con este Gobierno, en un hecho insólito, agentes de los cuerpos especiales de la Gendarmería y la Prefectura (Guardacostas) se atrincheraron, de forma pacífica, como medida de presión para que les subieran el sueldo y éste fuera en blanco.

Hugo Chávez, a diferencia de Cristina Fernández de Kirchner que lo hizo, sería incapaz de impulsar una ley de matrimonio igualitario. Ni hablar de dar un paso para incorporar una legislación como la de Argentina que permite a los transexuales -tanto si están operados como si no-, elegir el sexo en el Documento Nacional de Identidad. Pero ambos están de acuerdo en otro asunto de máxima sensibilidad: se declaran en contra de la despenalización del aborto.

El paciente venezolano no duda en expropiar pero, en general y en particular cuando hay intereses extranjeros de por medio, paga algo parecido al justiprecio. La viuda de Néstor Kirchner intenta ahorrarse la factura aunque ésta la tenga que abonar, más tarde o más temprano, Argentina. El Estado acumula veinticuatro demandas en el Ciadi (Centro Internacional de Arreglos Diferenciales de Inversiones) que depende del Banco Mundial pero ignora fallos en su contra. La suma total de las denuncias asciende a más de veinte mil millones de dólares. Entre las de mayor cuantía figuran YPF a Repsol y Aerolíneas Argentinas al polémico grupo Marsans.

Chávez, cuando estaba bien de salud, disfrutaba, con amigos y enemigos, en las ruedas de prensa. A Cristina Fernández le producen alergia. El presidente venezolano podía echar horas pegado al micrófono de su programa “Aló, Presidente”. La presidenta de Argentina prefiere convocar en la Casa Rosada a los aplaudidores, como califica un sector de la prensa local, a la cla que la acompaña en esos actos.

Los medios de Comunicación son la bestia negra para ambos mandatarios. Chávez ha sido más hábil que Fernández para sacudirse a los más incómodos. En el caso de la cadena de televisión RCTV esperó a que se venciera la licencia de emisión para no renovársela. Fernández lleva tres años intentando aplicarle al multimedio Clarín una legislación nueva, hecha a su medida, para atomizar al grupo, sin lograrlo. Aunque está cerca de conseguirlo. Por otra parte, a ella se debe la retirada de los delitos de calumnias e injurias para la prensa.

Chávez padece un cáncer, supuestamente, en la cadera pero no hay confirmación oficial. El Gobierno argentino anunció hace más de un año que la presidenta padecía un cáncer de tiroides pero resultó ser una falsa alarma. El creador de la corriente Socialismo siglo XXI no acostumbra a exponer su vida privada. Cristina Fernández no sería ella si no nombrara y recordara anécdotas de “él”, su difunto marido, en el escenario de la Casa Rosada o donde reciba un micrófono.


Ambos parecen enamorarse de sus palabras en público. Los dos dan órdenes o regañan en directo a sus ministros o a quien toque. Pero solo uno es el líder indiscutible y fundador del movimiento político que representa. Hugo Chávez es y creó el chavismo. Cristina Fernández no puede decir lo mismo del peronismo donde las diferentes familias conspiran para alcanzar el poder.

“Tiene buenas relaciones con sus vecinos”.

Con unos mejor que con otros. La buenas relaciones nunca son fáciles. Argentina limita en sus diferentes puntos cardinales con Bolivia, Paraguay, Chile, Brasil y Uruguay. Con todos ha tenido fricciones de diferente consideración. El dirigente uruguayo, José Mujica, viajó en varias ocasiones a Buenos Aires para tratar de convencerla de que retire algunos de los obstáculos que la presidenta argentina impone a la importación de sus productos.

El mismo problema, ligeramente suavizado en vísperas de la Cumbre de Santiago CELAC-UE, sufren y se lo han hecho saber, el resto de los miembros de MERCOSUR (Mercado Común Suramericano) y el mundo. Uruguay, además, se considera víctima de los controles cambiarios y le atribuye la caída del 40% del turismo durante la temporada del verano austral. Las causas serían el cepo al dólar que impuso el Ejecutivo de Cristina Fernández y que convierte en una misión, que roza lo imposible, la compra de dólares oficiales a sus ciudadanos. 



Ahora a los argentinos les cuesta una fortuna –hasta un 50% más caro- adquirir su divisa favorita -el dólar- en el mercado ilegal. El codiciado billete ha vuelto a florecer en los espacios urbanos públicos de la mano de los arbolitos, los cambista callejeros bautizados de ese modo porque el verde es el color de los billetes que llevan impreso el rostro de Benjamin Franklin.

Con Paraguay las relaciones están, en rigor, totalmente rotas. Federico Franco, según expresión argentina, es “mala palabra” en la Casa Rosada. Cristina Fernández, acompañada de Dilma Rousseff, fue la inspiradora de su suspensión en MERCOSUR y UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) tras la destitución express de Fernando Lugo, en un juicio político donde el ex presidente se quedó, prácticamente, solo en el Parlamento.

La Presidenta de Argentina se convirtió en su gran defensora pero hasta ese momento no le había prestado mucha atención al paraguayo. A Lugo le dejó, sistemáticamente, plantado en las sucesivas cumbres internacionales de Asunción, incluida la Iberoamericana. Las fricciones con su vecino del norte tuvieron un pico de alta tensión cuando Paraguay acusó a Argentina del bloqueo de sus barcos organizado desde el Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) –aliado al Gobierno- que llegó, en un acto insólito, a infiltrarse en su territorio.

Cristina Fernández sólo tuvo un pero con el presidente Evo Morales y ese fue cuando Bolivia recibió a Ahmad Vahidi, ministro de Defensa de Irán, al que Argentina reclama como uno de los autores intelectuales del atentado en Buenos Aires contra la Asociación Mutual Israelita, Amia, donde en 1994 murieron 85 personas. Morales se disculpó e invitó a Vahidi, que ya estaba en suelo boliviano, a regresar a Irán.

A finales de enero Cristina Fernández dio un giro a su política anti Irán y acordó la creación de una comisión internacional de la verdad, para que investigue el caso e interrogue a los presuntos prófugos en suelo iraní. El malestar en Israel, en la colectividad judía y en la Justicia argentina, donde se condenó en rebeldía a los iraníes, no se hizo esperar.

Con Sebastián Piñera la relación es tensa por naturaleza. Como el agua y el aceite, tratan de mantener las distancias pero el presidente de Chile y la alianza que le llevó al Palacio de la Moneda no olvidan e insisten en la deportación de Galbarino Apablaza, presunto asesino de Jaime Guzmán, senador de la UDI (Unión Democrática Independiente). El Gobierno argentino le ha dado refugio y protección.

Brasil, principal socio y locomotora del Mercosur, es el más afectado del intenso proteccionismo que ha desarrollado Cristina Fernández de Kirchner. En 2012 el 23% de las exportaciones brasileñas sufrían graves dificultades para llegar a Argentina. Hoy el cien por cien de sus productos encuentran trabas para llegar al mercado argentino. Dicho esto, Dilma Rousseff ejerce con la señora de Kirchner lo que el economista argentino, Dante Sica, llama “paciencia estratégica”. En el trato personal las dos únicas mujeres que gobiernan hoy en día en Sudamérica mantienen las formas y hasta pueden resultar cordiales cuando hay una cámara cerca. A puerta cerrada, Rousseff ha empezado a medir muy bien sus palabras. Brasil ya no disimula su malestar con Argentina aunque, como es su tradición, deja actuar a la diplomacia y acompaña a su industria.

“Está peleada con Estados Unidos y Europa”.

Sí. La imagen del todavía ministro de Asuntos Exteriores, Héctor Timerman, encabezando el operativo de asalto a un avión de las Fuerzas Armadas estadounidense en Buenos Aires es difícil de borrar de la retina. Las fotografías oficiales con Timerman ordenando la apertura, con una cizalla, de un maletín Top secret que iba en el Boeing C17 de EE UU, pasarán a la historia como uno de los hechos que dejó estupefactos a los hombres de la Casa Blanca.


Pero la decisión de la Casa Rosada de incautar el material militar que había en “la valija”, durante varios meses y el circo mediático con el que el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner trató el asunto, es un episodio que no le está saliendo gratis a Argentina. Estados Unidos, independientemente del color de sus presidentes, no perdona las humillaciones y el precedente de ésta se produjo durante el Ejecutivo de Néstor Kirchner. El por entonces presidente, anfitrión de la Cumbre de las Américas en la ciudad balneario de Mar del Plata, organizó de forma simultánea otra cumbre contra el republicano George Bush. Durante la primera legislatura de Obama, éste estuvo en Brasil y en Chile pero evitó Argentina.

También es cierto que durante el acto de la primera investidura del presidente estadounidense su homóloga argentina, que estaba en Estados Unidos, prefirió viajar a La Habana a visitar a los hermanos Castro. Dicho esto, empresas estadounidenses como Azurix y Blue Ridge siguen esperando a que Argentina las indemnice tras un fallo a su favor del Ciadi.

Estados Unidos denunció a Argentina en la Organización Mundial de Comercio (OMC) por las trabas a sus exportaciones. El mismo paso dieron la Unión Europea y una docena de países, entre otros México, Australia, Israel, Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Panamá Taiwan y Turquía. La UE también censuró la expropiación selectiva de YPF a Repsol.

La virtual incautación de la compañía de origen español se ha traducido en unas relaciones prácticamente nulas entre el Gobierno de Mariano Rajoy y el de Cristina Fernández. España, con inversiones acumuladas en Argentina superiores a los 43 mil millones de dólares, ha optado por bajar el perfil y reducir su trato con un socio, al menos sobre el papel, “estratégico”.



   


“Es una déspota y una corrupta”.

Sí a la primera, la segunda.... La presidenta –junto con su difunto marido cuando vivía- tiene una abultada colección de denuncias por enriquecimiento ilícito y otros delitos vinculados al meteórico crecimiento de su patrimonio, pero hasta ahora ningún juez ha fallado en un caso de corrupción en su contra. Las causas quedan archivadas o sobreseídas. Uno de los negocios más aireados de la familia fue la compra de terrenos del Estado en El Calafate (provincia de Santa Cruz) por poco más de un dólar. Su valor real hoy se escribe con varios dígitos.

De aquella ganga también se beneficiaron otros miembros de la familia como la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner cuya hija, Romina Mercado, casualmente, es la fiscal que debía investigar algunas de las denuncias contra la actual Jefa del Estado. En Buenos Aires, el juez Federal Norberto Oyarbide es, sistemáticamente, el más afortunado en recibir las causas judiciales que incluyen el apellido Kirchner.

La población argentina no le tiene en alta consideración y una década después de que se pusieran de moda los escraches (abucheos y boicots) contra los políticos –recordar el grito de “Que se vayan todos” de 2001/2002-, es de los pocos personajes públicos que sigue siendo diana de los mismos. Un ejemplo reciente lo ilustra: no pudo terminar de ver un partido entre Juan Martín del Potro y Roger Federer porque la multitud le llamó de todo menos guapo.

De acuerdo a un sondeo de Integridad Financiera Global (Global Financial Integrity, GFI), ampliado por el diario O´Estado de Sao Paulo, Argentina perdió en una década (1999-2009) noventa mil millones de dólares por corrupción y evasión. En el Gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) la clave para medir los sobornos era Movistar (en Argentina hay que marcar el 15 para hablar con un teléfono móvil) y significaba que el peaje por negocio o por favor era del 15% de comisión. En el primer mandato de su esposa y lo que lleva del segundo (2007-2013), quizás por la inflación real, -ronda el 25%-, la cifra superó el 20%.

El mismo informe recordaba que con Carlos Saúl Menem (1989-99) la propina se detenía en un Diego, equivalente en la jerga, al 10% en alusión al número que identificaba la camiseta de Diego Armando Maradona en la Selección Nacional.

El dinero se multiplica entre los ministros de la Presidenta. Salvo un par de excepciones, su Gabinete en pleno ha incrementado las arcas propias sensiblemente. La buena fortuna de los que trabajan en esta Administración se extiende hasta los secretarios de la presidenta. Cuatro tuvieron que soportar investigaciones de la justicia pero salieron en todos los casos airosos.

Con estos antecedentes el actor Ricardo Darín tuvo la ocurrencia de poner en duda en una entrevista la honradez del patrimonio de la jefa de Estado. La respuesta de la presidenta, en Twitter y en Facebook, fue demoledora. El actor pasó de reconocer que no se arrepentía de sus dichos a hacer malabares dialécticos para apaciguar la ira de Cristina Fernández. La venganza contra aquellos que se apartan del pensamiento oficial o cuestionan la gestión del Gobierno en Argentina es conocida.

La Presidenta, como hizo con un agente inmobiliario, le pondrá en la picota desde el atril de la Casa Rosada. Eso, sin contar con los sabuesos de Hacienda que utilizarán su fino olfato para seguir la pista del atrevido y… de toda su familia.

En definitiva, en el país ordena y manda Cristina Fernández. Sus ministros son el brazo ejecutor de sus deseos. No existen los Consejos de Ministros y el que decide hacer declaraciones sin su permiso está, en expresión porteña, “en el horno”.



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