Páginas

domingo, 4 de diciembre de 2016

¿Eran las cenizas de Fidel Castro?

Y ... ¿dónde está Fidel?


Casi nadie sabe cómo fueron sus últimas horas. ¿Murió, súbitamente, de un paro cardiaco? ¿Agonizó durante varios días? ¿O se ahogó por una obstrucción en la garganta, como se rumora en La Habana sotto voce? o quizás fue de neumonía que el mismo se negó a tratar durante casi diez días?

Ceremonia privada 04-11-2016

¿Por qué la prisa en cremarlo? ¿No querían que su última imagen fuera la de un ancianito frágil y empequeñecido con cara de loco? ¿Por eso hicieron desfilar al pueblo frente a una fotografía del Comandante heroico en la Sierra Maestra? Hay una vieja tradición de coquetería revolucionaria. Una de las últimas peticiones de Stalin fue que le arreglaran el bigote.




¿Por qué guardaron las cenizas en una urna en la Sala Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, lejos de la multitudinaria presencia del pueblo? ¿Temían el escenario improbable de que se desbordaran las pasiones? ¿O sólo querían que sus ancianos camaradas de armas, como Ramiro Valdés, pudieran despedirse íntimamente del caudillo y jefe que los guió hasta la victoria y los convirtió en personajes importantes, aunque odiados y temidos?




¿Es verdad que los restos mortales del Comandante no viajaron en ese precario jeep que supuestamente los trasladaba hasta su última morada para no arriesgarlos en la aventura de una carretera desguazada por la incuria gubernamental? ¿Prevaleció la idea de darles a los cubanos una despedida simbólica? ¿Qué importaba que el vehículo cargara arena o las cenizas de otro cadáver si se trataba de un acto puramente ritual? Si Raúl Castro jugó con el cadáver de Hugo Chávez, ¿por qué no haría lo mismo con el de su propio hermano?

¿Es cierto que planeaban dar el cambiazo de cenizas en la madrugada del domingo, poco antes de la inhumación? Usar dobles fue una treta que Fidel Castro utilizó frecuentemente en vida ¿habrá continuado la costumbre tras su muerte? ¿Es una muestra de la astucia revolucionaria de la que tanto se ufanaba cuando habitaba en este valle de lágrimas?

¿Por qué no entrevistaron a su viuda oficial y a los cinco hijos que tuvo con ella? ¿Por qué los periodistas no registraron las reacciones de los otros diez herederos extraoficiales —vástago más, vástago menos— que se le conocieron o se le intuían, o a la otra decena de madres dolientes y presumiblemente desesperadas que alguna vez amaron al máximo líder y se animaron a parirle un hijo?

¿Es verdad que entre la familia de Raúl y la de Fidel apenas hay vasos comunicantes? ¿Es cierto que los herederos de Raúl se consideran revolucionarios dedicados y perciben a sus primos como bon vivants despreciables, que malgastan insensiblemente los recursos que les entregan en los pecados de la dolce vita, mientras ellos engrandecen el legado de sus mayores en tareas patrióticas?

¿O se trata, tal vez, de la variante doméstica y familiar del enfrentamiento entre fidelistas y raulistas que, afirman los entendidos, existe en la raíz de la cúpula gobernante desde que, en el 2006, precipitadamente, Raúl llegó al poder colgado de los intestinos de Fidel, severamente afectados por la diverticulitis?

¿Cómo se siente, realmente, Raúl Castro tras la desaparición del hermano mayor que le dio las ideas, el impulso vital, la estructura de valores, lo convirtió en comandante, en ministro, luego en presidente y le regaló un país para que hiciera o deshiciera a su antojo, sin dejar de hacerlo sentir a cada momento que era un pigmeo intelectualmente inferior, sin imaginación, lecturas o carisma?

¿Raúl es víctima del amor-odio y de la admiración-rechazo que provocan las relaciones en las que una parte se sabe a remolque de la otra? ¿Resiente más las humillaciones recibidas o le agradece que le haya fabricado una vida notable? La gratitud es la emoción más difícil de manejar por la mayor parte de los seres humanos.

¿Es Raúl consciente de que la adhesión juvenil sin fisuras que le despertaba el hermano-héroe se fue transformando en la evaluación crítica del hermano-loquito, con más sombras que fulgor, que vivía en un universo de palabras o de iniciativas desquiciadas —vacas enanas, siembras de moringa y otras mil tonterías— que fueron destruyendo paulatinamente la base material que sustentaba la convivencia de los cubanos?

El lugar específico donde se supone se construyó la tumba se mantuvo cubierto, para evitar la mirada de curiosos hasta hoy. No obstante no se limitó el acceso a las zonas cercanas y se continuó realizando la ceremonia del cambio de guardia en el Mausoleo de Martí, que atrae cada media hora a turistas extranjeros y nacionales.

Acerca de la construcción en sí poco se conoce, aunque por el tamaño del área protegida de la vista pública, no es de grandes dimensiones. Como en todo el duelo, la sencillez y no la majestuosidad que algunos imaginaron, parece ser el sello de la tumba del expresidente cubano.



De acuerdo con fuentes vinculadas a su edificación, el lugar central estaría ocupado por una roca similar a la de la conocida tumba de Raúl Castro y Vilma Espín en el Mausoleo del Segundo Frente Oriental en plenas montañas santiagueras. La roca, de forma redondeada o de grano de maíz, estaría rematada por una tarja con una frase martiana o del propio Fidel a manera de epitafio.

Otra versión, con puntos de contacto con la anterior, adelanta que la piedra simularía la entrada de una caverna y tendría hacia su interior un túnel donde serían depositados realmente los restos, pues a nadie le consta que Fidel Castro fue verdaderamente cremado.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.