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sábado, 1 de septiembre de 2012

MASACRE EN LA PRISION TAPIADAS DE BONIATO, CUBA



Rigoberto Roque
Aniversario de la masacre cometida contra los presos politicos en las tapiadas de Boniato

El 1ro de septiembre de 1975 un grupo de presos politicos encerrados en la terrible carcel de maxima seguridad de Boniato, en la region oriental de Cuba, fuimos salvajemente agredidos por las fuerzas represivas del regimen castro comunista. Y esto solo por pedir asistencia medica para un recluso.

Todo comenzó el 31 de agosto. Llevabamos 5 años en celdas de castigo, semi desnudos, sin ver la luz del sol, sin asistencia medica, sin correspondencia. Como unico alimento nos daban un poco de harina de maiz sancochada en el almuerzo y un plato de macarrones blancos en la comida. Todo ese tiempo lo habiamos pasado en ropa interior, casi desnudos, en protesta por el mal trato que nos daban. 

Nuestra situacion no podia ser peor. De pronto oimos a un hermano nuestro gritando desesperado para que lo llevaran a la enfermeria pues tenia un dolor de muela terrible y la boca podrida, llena de humor. Pero los guardias, lejos de brindarle asistencia medica se burlaban del preso insultandolo y gritandole que se pudriera. Entonces el recluso comenzó a golpear la plancha de hierro que servia la puerta para que vinieran a curarlo. Al ver que no venia nadie los demas presos comenzamos a gritar tambien pidiendo hablar con el oficial de turno. Al fin, al cabo de 2 horas se aparecio el Jefe de Orden Interior, conocido por Omar, pero solo para decirle que no lo sacarian al dentista hasta por la mañana.

Paso el resto de la noche y a las 9 de la mañana vinieron los guardias pero, en vez de llevarse al recluso al medico abrieron las puertas de nuestras celdas y nos dijeron que salieramos que nos iban a dar 2 horas de patio. Aquello nos sorprendio y, conociendo sus metodos, pensamos que aquello era una trampa por lo que salimos, era obligado, pero entonces nos sentamos en el suelo esperando a ver lo que sucedia. No pasaron 20 minutos cuando nos mandaron a entrar. Entramos pero no sin insistir con los guardias que sacaran el recluso al dentista. Entonces en forma chantajista y prepotente, el Jefe de Orden Interior dijo que si el preso queria asistencia medica tenia que vestirse. Este le contestó que en el hospital se podia estar en pijama por lo que si le traian uno se resolvia el asunto. El oficial le dijo que no, y viro la espalda. El preso volvio a golpear la puerta pidiendo ayuda y el resto de los presos comenzamos tambien a gritar y a hacer bulla para que lo atendieran. 

No pasaron 5 minutos cuando un batallon de esbirros entro al edificio provistos de palos, cabillas y armas de fuego disparando y dando golpes a diestra y siniestra. Aquello fue una verdadera masacre. Mas de 37 reclusos heridos de balas mientras que uno murio. Se llamaba Gerardo Gonzalez a quien le deciamos “Hermano de la Fe” por sus creencias religiosas y su amor al projimo. Tan profundas eran sus convicciones religiosas que mientras le disparaban gritaba: “perdonalos, Dios mio, que no saben lo que hacen”. Hubo tambien dos heridos de gravedad: Enrique Diaz Correa y Evelio Hernandez. 


Pero la situacion no quedo ahi. Nos trasladaron para el edificio donde estaban los delincuentes comunes sin tratar las heridas que nos habian ocasionado, pues para ello, seguian diciendo, teniamos que vestirnos. Yo mismo tenia una herida de bala en una pierna cuyo orificio de salida se habia infectado produciendome un dolor terrible. Pero contrario a lo que esperaban, los comunes, lejos de hacernos la vida imposible como pensaban los carceleros, nos respetaron, nos admiraron y, lo peor para las autoridades del penal, nos proporcionaron de sus alimentos, de sus ropas y hasta nos curaron las heridas como pudieron. Pero ahi tampoco duramos mucho. Al entrar los carceleros en el pabellon y ver lo bien que nos trataban los comunes nos sacaron nuevamente de ese lugar y nos devolvieron para las celdas tapiadas donde estabamos anteriormente. 

En esa situacion infrahumana nos tuvieron 7 años y 7 meses. Esto es un gran mentis a la propaganda de los Castro de que en Cuba no se tortura a los presos. 

Carlos M. Calvo, 15 años en las carceles politicas cubanas.

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